17 de julio de 2025
El mercado laboral argentino continúa dando señales de enfriamiento. De acuerdo con los datos publicados por el Ministerio de Trabajo, el empleo asalariado registrado en el sector privado cayó en mayo un 0,1% respecto de abril, marcando así el cuarto mes consecutivo de retroceso. En términos absolutos, se perdieron alrededor de 5.600 puestos formales ese mes.
La contracción se da en un contexto de desaceleración de la actividad económica y de ajuste fiscal, donde muchas empresas han optado por no renovar contratos, reducir horas o directamente desvincular personal ante la incertidumbre macroeconómica. Si bien la caída puede parecer moderada, acumula un deterioro que comienza a preocupar al sector empresario e industrial.
Con este nuevo retroceso, el empleo formal privado se ubica en niveles similares a los de septiembre del año pasado, lo que representa una pérdida progresiva de lo ganado en el último tramo de 2023. Los sectores más afectados incluyen construcción, comercio y manufactura liviana, aunque algunas actividades ligadas a exportación o economía del conocimiento lograron sostenerse.
En paralelo, el salario promedio de los trabajadores formales fue de $783.965 brutos en mayo, lo que representa un aumento nominal del 4,8% respecto del mes anterior. Sin embargo, esa cifra quedó por debajo del índice de inflación del mes, que fue del 4,2% según el INDEC, y más aún si se toma el indicador de precios mayoristas o el acumulado anual. Esto implica una nueva caída del salario real, es decir, del poder adquisitivo de los trabajadores.
En términos interanuales, los salarios acumulan un incremento del 226,2%, mientras que la inflación en el mismo período superó el 276%. Esta diferencia refleja una erosión constante del ingreso real, con consecuencias directas sobre el consumo interno y la demanda agregada, dos factores clave para la reactivación industrial.
Desde el sector productivo se multiplican las advertencias. Cámaras empresarias señalan que la pérdida de empleo y el deterioro del salario no solo afectan la estabilidad social, sino que limitan las posibilidades de expansión del mercado interno y restringen el margen de maniobra para inversiones.
Además, el contexto de tasas de interés elevadas, acceso restringido al crédito y costos logísticos crecientes, sigue presionando a las pequeñas y medianas empresas, principales generadoras de empleo en el país.
A pesar de ello, algunas voces del Gobierno destacan que el ajuste está generando una "corrección ordenada" y que el reordenamiento macroeconómico permitirá una recuperación futura con bases más sólidas. Sin embargo, los tiempos de esa recuperación siguen siendo inciertos, y el impacto inmediato recae de lleno sobre el empleo formal y la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
En este escenario, el sector industrial enfrenta el desafío de sostener su estructura operativa, en un contexto de menor demanda interna y presión fiscal. El seguimiento cercano de los próximos indicadores laborales será clave para anticipar la magnitud del enfriamiento económico y sus efectos sobre la producción nacional.
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