29 de julio de 2025
Aunque el objetivo declarado es "modernizar el aparato productivo" y "abaratar la inversión", la medida llega en un contexto de retroceso industrial, con fábricas locales cerrando por falta de demanda, escasez de crédito y competencia desigual frente al producto importado.
Entre los equipos alcanzados por esta desgravación figuran:
Máquinas para cortar metales, plegadoras, prensas hidráulicas
Equipos de limpieza industrial, ventilación, hornos, enfriadores
Herramientas de esquila, bombas centrífugas, acumuladores eléctricos
Equipos para heladerías, panaderías, textiles y más
Además, se suman más de 1.000 productos previamente beneficiados por una medida similar: plásticos, telas, químicos, electrodomésticos, productos agroindustriales y maquinaria liviana.
El Gobierno argumenta que estas modificaciones corrigen distorsiones históricas: aranceles que solo recaudaban sin estimular inversión real. Y agrega que al bajar los costos de importación de tecnología, se mejora la competitividad de las empresas.
Pero el timing no es inocente. Esta política llega luego del anuncio de beneficios impositivos históricos para el agro, que se suma al acceso privilegiado al crédito, a la baja presión tributaria en algunas provincias, y al impulso exportador. El campo crece, mientras la industria manufacturera se achica.
Desde cámaras empresariales y pymes industriales advierten que, sin una política integral que incluya financiamiento nacional, protección frente al dumping y promoción al consumo interno, esta apertura debilita aún más al tejido productivo.
Importar más maquinaria sin proteger al fabricante local puede derivar en la destrucción de capacidades nacionales, mayor dependencia tecnológica, y desempleo en ramas sensibles como la metalúrgica, textil, calzado y mecánica.
La medida refleja una doble vara en el diseño económico del Gobierno:
El agro recibe beneficios directos, baja de retenciones y apoyo financiero.
La industria local debe competir sola, sin aranceles protectores ni créditos accesibles.
Es el avance de un modelo extractivista-exportador, donde el valor agregado, la innovación y el empleo quedan relegados a una lógica de importación y especulación.
Para que esta medida tenga efectos positivos reales, debería estar acompañada por:
Líneas de crédito para la compra de maquinaria nacional.
Aranceles diferenciados según origen y uso.
Reintegros para quienes fabriquen localmente.
Campañas de promoción de la industria argentina.
Incentivos a proveedores nacionales en licitaciones estatales.
La baja de aranceles para importar maquinaria puede parecer un paso hacia la modernización, pero sin una estrategia integral, beneficia a los grandes importadores y castiga a los que producen en el país.
En un momento donde cada fábrica cerrada representa empleos perdidos y tecnología abandonada, es necesario replantear si queremos ser una plataforma de consumo externo o un país que produce, innova y genera empleo genuino en su territorio.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.