13 de junio de 2025
En la formación de Vaca Muerta, cada decisión operativa es millonaria. Perforar un pozo horizontal completo en esta cuenca no convencional, que hoy representa el núcleo productivo de petróleo de la Argentina, cuesta entre USD 10 y 15 millones, dependiendo del área, la empresa operadora y la tecnología aplicada. Este monto incluye no solo la perforación inicial, sino también la fractura hidráulica y el equipamiento de completación.
Detrás de estas cifras se esconde una lógica de alta inversión, alta eficiencia y retorno sensible al precio internacional del crudo. El umbral de rentabilidad promedio para que un pozo comience a recuperar su inversión se ubica alrededor de los USD 55 por barril, aunque este valor puede variar según múltiples factores.
A diferencia del petróleo convencional, el modelo de negocio del shale se basa en una recuperación rápida del capital invertido, gracias a pozos que alcanzan su pico de producción en los primeros años. Esto exige una ejecución extremadamente eficiente: cuanto más rápido fluye el petróleo, más pronto se amortiza el pozo.
Pero si el precio del barril cae por debajo del punto de equilibrio -como ocurrió durante la pandemia o en crisis globales puntuales-, incluso los pozos mejor diseñados enfrentan desafíos financieros. Hoy, con un Brent que oscila entre los USD 75 y 85, el margen de rentabilidad sigue siendo positivo, aunque la industria mantiene una vigilancia constante sobre los costos.
Los operadores que dominan Vaca Muerta han logrado reducir a la mitad los costos en la última década. Gracias al aprendizaje técnico, la economía de escala, la implementación de pozos múltiples desde una misma plataforma (pad drilling) y la automatización de procesos, compañías como YPF, Shell, Tecpetrol o Vista perforan pozos en algunos casos por debajo de los USD 9 millones.
Tecnologías como fractura simultánea (simul-frac), monitoreo en tiempo real y uso intensivo de datos han permitido acortar plazos y optimizar recursos. Pero más allá de la tecnología, el costo total sigue dependiendo de factores estructurales:
Acceso a infraestructura cercana (oleoductos, plantas de tratamiento)
Distancia a los puntos de evacuación o exportación
Precio de insumos importados, arena y servicios especializados
Condiciones geológicas particulares de cada bloque
Áreas como Loma Campana, Bajada del Palo Oeste y Fortín de Piedra ofrecen mejores condiciones operativas por su consolidación logística y experiencia acumulada. Allí, los costos tienden a ser más bajos y la producción más estable, lo que las convierte en los epicentros de la expansión no convencional argentina.
Por el contrario, nuevos desarrollos en zonas más alejadas o con infraestructura incipiente pueden encarecer significativamente cada barril producido.
El verdadero desafío para la industria energética argentina no es solo perforar más, sino perforar mejor y más barato. Para eso, se vuelve clave:
Acelerar la construcción de infraestructura de evacuación y exportación
Ampliar el acceso a financiamiento en condiciones competitivas
Simplificar regulaciones y garantizar estabilidad fiscal y cambiaria
Fomentar el desarrollo de proveedores locales de calidad internacional
A mediano plazo, el objetivo es colocar crudo argentino en el mercado internacional a precios competitivos, especialmente en un mundo donde la oferta global crece y las tensiones geopolíticas alteran los flujos comerciales.
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