4 de diciembre de 2025
La producción automotriz argentina profundizó su caída durante noviembre, marcado por un descenso del 29,3% interanual. La cifra se suma a los retrocesos acumulados en meses anteriores y evidencia un escenario complejo para una industria que tradicionalmente funciona como motor del entramado manufacturero.
Las terminales enfrentan una caída sostenida en el volumen de autos y utilitarios livianos producidos, afectando tanto su capacidad de abastecer el mercado interno como su competitividad en exportaciones. Este deterioro impacta directamente sobre proveedores, autopartistas, servicios logísticos y cientos de pymes vinculadas a la cadena automotriz.
El retroceso del sector es consecuencia de múltiples factores que se retroalimentan. Uno de los principales es la caída del mercado interno, donde la demanda se redujo significativamente por la pérdida de poder adquisitivo, la menor disponibilidad de financiamiento y el encarecimiento general de los vehículos.
Las exportaciones, que durante años funcionaron como sostén de la actividad, también se vieron afectadas por la menor demanda en mercados regionales. Brasil, principal destino de los autos argentinos, atraviesa un ciclo de desaceleración que redujo el volumen de compras de vehículos de fabricación nacional.
A esto se suman dificultades en la cadena de suministros, interrupciones en el ingreso de insumos importados, demoras en componentes electrónicos y mayores costos logísticos, factores que complican la planificación de las terminales y la continuidad de los procesos productivos.
La menor actividad llevó a varias terminales a aplicar medidas de ajuste interno. Entre ellas se encuentran la reducción de turnos, suspensión temporal de personal, eliminación de horas extra y paradas programadas de planta.
La capacidad instalada ociosa crece mes a mes, lo que incrementa los costos fijos por unidad producida y deteriora la competitividad del sector. En muchos casos, las terminales priorizan la producción de modelos con mayor salida exportadora o aquellos con mejor margen, reduciendo la diversidad de unidades fabricadas.
El retroceso no afecta solo a las grandes terminales. La industria autopartista, compuesta en su mayoría por pymes, experimenta una caída abrupta en sus niveles de actividad. La reducción de pedidos, la falta de previsibilidad y la presión por sostener estructuras de costos generan un escenario crítico para empresas que dependen directamente del ritmo de producción de las automotrices.
La caída también golpea a empresas de logística, metalmecánica, plásticos, electrónica y mantenimiento, que forman parte del ecosistema productivo del sector automotor.
A nivel estructural, la crisis frena o paraliza proyectos de inversión, especialmente aquellos vinculados a renovación de plataformas, incorporación de tecnología o ampliación de líneas productivas. La falta de condiciones macroeconómicas y de previsibilidad desalienta decisiones de largo plazo.
La recuperación dependerá del repunte del mercado interno y de una mayor demanda externa, especialmente desde Brasil. También será clave mejorar el acceso a insumos, estabilizar costos logísticos y avanzar en acuerdos de integración regional que permitan sostener la competitividad del sector.
Sin mejoras en estos factores, la industria automotriz podría cerrar el año con niveles de producción significativamente inferiores a los previstos, afectando todo su entramado productivo.
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