28 de julio de 2025

Industrias

Industrias. Ropa importada y fábricas cerradas: el costo real del boom de Shein en Argentina

¿Qué es Shein y por qué crece tan rápido?

Shein es una plataforma china de ultra fast fashion, que ofrece miles de productos digitales constantemente renovados. Utiliza estructuras ágiles de producción para lanzar nuevos diseños cada semana, sin tiendas físicas, apoyada en redes sociales como TikTok e Instagram.

En Argentina, su éxito se sustenta en tres ventajas clave: precios expresados en pesos muy bajos, envío gratuito por courier y una variedad de modelos difícil de igualar.

Cómo impacta localmente: estadísticas alarmantes

Según datos de Fundación Pro Tejer, entre enero y mayo de 2025 casi el 70% de la ropa que se vende en el país es importada, principalmente a través de Shein y Temu. El valor de esas compras superó los USD1.500 millones, un récord histórico.

Además, el 80% de las importaciones por courier de ropa provienen de Shein, y muchas prendas se venden a un tercio del precio local incluso con impuestos incluidos.

La crisis interna: cierre de fábricas y despidos

La industria textil nacional atraviesa una caída drástica: se estima que la producción retrocedió un 20% respecto a 2024 y 40% respecto a 2023, con un 60% de empresas reduciendo personal y pérdidas de más de 10.000 empleos formales.

Marcas con trayectoria como Vitamina y Uma cerraron sus puertas, y otras como TN&Platex despidieron trabajadores en Catamarca. Claudio Drescher, presidente de la Cámara de Indumentaria, advierte sobre competencia desigual, pérdida de divisas y daño ambiental.

Diseño llamativo, pero efectos oscuros

El modelo de Shein está basado en producciones rápidas, escala masiva y precios bajos a costa de condiciones laborales cuestionables. En Guangzhou, trabajadores realizan jornadas de hasta 75 horas semanales, con sueldos muy bajos y alta presión productiva.

Se detectaron substancias tóxicas en productos infantiles: ftalatos, plomo o formaldehído en niveles muy por encima de los límites legales. Además, Greenpeace alertó que muchos productos superan los estándares químicos permitidos en la Unión Europea y representan un riesgo sanitario.


Impacto ambiental: el costo real de la moda descartable

La ONU estima que el sector de la moda, en gran parte impulsado por fast fashion, representa entre el 8 % y 10 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, superando al transporte aéreo o marítimo.

Shein genera millones de toneladas de emisiones anuales debido al transporte, devoluciones y producción rápida de prendas de baja durabilidad.

Cada año, se tiran más de 92 millones de toneladas de ropa en el mundo, gran parte proveniente de marcas de ultra fast fashion como Shein. Estas prendas, producidas en masa y a bajo costo, suelen durar muy poco: se usan unas pocas veces y terminan en basurales, vertederos o quemadas. El resultado es una crisis ambiental silenciosa que crece al ritmo del consumo desechable.


Regulación internacional: ¿qué está haciendo el mundo?

En Europa, ya se aprobó una ley que grava con hasta 10 euros impuestos ecológicos a cada prenda de ultra fast fashion vendida por Shein o Temu, y prohíbe la publicidad engañosa.

Brasil y México aplican aranceles especiales del 20 % a compras online. Francia evalúa prohibir la promoción influencer de estas plataformas. Argentina aún no adoptó medidas similares, pero ya hay proyectos de ley en debate inspirados en la legislación europea.

El futuro en juego: consecuencias para Argentina si no se actúa a tiempo

El avance sin control de plataformas extranjeras como Shein no solo representa una amenaza para la industria textil: es una agresión directa al trabajo argentino, a la economía nacional y a nuestro futuro como país productivo.

Cada compra que se realiza en estas plataformas es un golpe a nuestras fábricas, a nuestros talleres, a cada emprendedor que apuesta por producir en suelo argentino. Es una fuga sistemática de dólares que no vuelven, que no tributan, que no generan valor local. Mientras se fortalece el consumo importado, se debilita nuestra soberanía económica.

El daño laboral es innegable: miles de costureras, diseñadores y trabajadores formales pierden sus empleos frente a una competencia desleal y sin reglas. Y si no se actúa ya, la informalidad crecerá, las pymes cerrarán y se profundizará la desigualdad, sobre todo en las provincias donde la industria textil sostiene comunidades enteras.

Desde lo social, este modelo de consumo rápido y descartable erosiona el entramado productivo nacional. Rompe con décadas de conocimiento, de oficio, de historia. Nos empuja a ser simples consumidores de lo que otros producen, ignorando nuestras capacidades y nuestro potencial.

Defender la industria nacional no es una opción: es una urgencia. Si no se implementan medidas concretas -controles aduaneros, aranceles inteligentes, fomento a la producción y al consumo interno- Argentina corre el riesgo de quedar reducida a un mercado sin industria, sin innovación y sin futuro.

Si Argentina deja de producir, pierde su fuerza. No nacimos para depender de otros, sino para crecer con lo nuestro.

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