22 de mayo de 2025
Una señal silenciosa pero contundente está recorriendo el mapa productivo argentino: en los últimos 18 meses, las solicitudes de tasaciones industriales por parte de pequeñas y medianas empresas aumentaron un 50%, una cifra que no solo refleja movimientos patrimoniales sino también una creciente ola de cierres fabriles.
Según informó Adrián Mercado, CEO de una de las firmas líderes en valuaciones industriales del país, su empresa está realizando actualmente entre 10 y 12 tasaciones semanales, y entre el 60% y el 70% de esos informes concluyen con ventas efectivas de maquinaria. Esto revela una dinámica preocupante: no se trata simplemente de renovación de equipamiento, sino de un proceso acelerado de liquidación de activos productivos, muchas veces como paso previo al cese de operaciones o para afrontar pasivos urgentes.
Este fenómeno ocurre en paralelo a un escenario económico que golpea particularmente a las pymes industriales. En primer lugar, la eliminación de programas de apoyo productivo, líneas de crédito y asistencia para emprendedores jóvenes ha dejado a muchas unidades sin herramientas de contención. A esto se suma una apertura comercial agresiva que ha desbalanceado la competencia en sectores donde la sustitución de importaciones había generado capacidades instaladas relevantes.
Los datos oficiales del INDEC muestran que en abril las importaciones alcanzaron los u$s6.460 millones, con una suba interanual del 37,3%. Este incremento, sin correlato en términos de inversión o tecnología, se traduce en mercado perdido para la producción nacional, desplazando a cientos de fábricas que no pueden igualar precios, tiempos ni escalas frente a bienes extranjeros muchas veces subsidiados o de origen asiático.
En este contexto, las pymes enfrentan un círculo vicioso: caída de ventas, imposibilidad de sostener nóminas salariales, y como única salida, la venta de maquinaria o herramientas ociosas para intentar sostener la operatoria o, en casos más críticos, pagar indemnizaciones o cerrar ordenadamente.
Desde diversas cámaras industriales, se viene alertando sobre este deterioro. Se señala que más allá de la macroeconomía, lo que está en juego es la capacidad instalada del país, el capital humano calificado, y la estructura territorial del empleo formal, que en muchos casos depende directamente de estas empresas.
La industria nacional está atravesando una fase crítica, en la que urge una redefinición estratégica. No se trata únicamente de defender un modelo productivo, sino de garantizar las condiciones mínimas para que el entramado pyme no colapse, perdiendo décadas de construcción tecnológica, inversión privada y generación de valor agregado local.
En este marco, desde INDUAR reiteramos la importancia de una política industrial activa y sostenida, que priorice la producción nacional, incentive la inversión en innovación, y proteja el rol vital que cumplen las pymes en la economía real del país.
Seguiremos monitoreando esta situación junto a cámaras, sindicatos, universidades y empresas, para aportar información, análisis y propuestas que ayuden a revertir este proceso de desindustrialización silenciosa que ya se siente en cada parque industrial del país.
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