18 de abril de 2024

Industria. Los argentinos que soñaron con una industria automotriz nacional

La década de 1950 fue la antesala del despegue automotor nacional, que se concretaría en la siguiente a partir del régimen especial de promoción del sector, sancionado por el presidente Arturo Frondizi.

En esos años de transición entre la producción semi-artesanal y la seriada, surgieron iniciativas que tuvieron como propósito desarrollar una industria automotriz nacional con alto grado de Ingeniería y Diseño local, además de una elevada integración de autopartes fabricadas en nuestro medio. Estadísticas de la época daban cuenta de la existencia de alrededor de 1.300 establecimientos, entre pequeños y grandes talleres, con alrededor de 75.000 obreros trabajando en ellos, y capacidad para proveer de partes y componentes tanto a las nacientes industrias automotrices como al mercado de reposición.

Algunos emprendedores se animaron a construir prototipos con la idea de iniciar, en una etapa posterior, una producción seriada y otros lograron alguna fabricación en series cortas. Las propuestas resultaron variadas e interesantes y fueron realizadas con mucho esfuerzo y destreza técnica, aunque con escasa posibilidad de hacer pie en escala industrial. Con la finalidad de aunar voluntades y defender intereses comunes, estos emprendedores se agruparon en la Cámara Argentina de Fabricantes de Automotores (CAFA).

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Integraban la cámara empresas con alguna trayectoria industrial en el sector como Autoar, TERAM, DINFIA y Cisitalia Argentina, a las que se sumaron las más jóvenes Autolandia, Concave y Juan E. Franchello y Cía., FAR, FIMTA, Guazzaroni y Cía., Ekis (Koller), Augusto Hilbert y Cía., Motomec, Bernardo Cristal y Cía., Surmotriz, Simplemóvil, Roberto A. Britos y Montesano.

Los establecimientos estaban radicados en diferentes puntos del país como Córdoba, Rosario, Carcarañá, Capital Federal y localidades del Gran Buenos Aires: Olivos y San Andrés. CAFA quedó presidida por Marcelo J. Louton, propietario de Motomec.

La cámara se anticipó a la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA), la entidad que agrupa a las automotrices de origen extranjero radicadas en el país y que sigue vigente (leer más).

El universo de realizaciones lo integraban desde utilitarios a deportivos, pasando por microautos y rurales, que evidenciaban tanto la diversidad de las propuestas como la creatividad de sus realizadores. De esa entusiasta y efímera etapa compartimos algunos proyectos.

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La historia de Rabs

A fines de los años 50, Roberto A. Britos diseñó un microauto al que denominó Rabs, inspirado en sus iniciales. El diseñador construyó un prototipo en chapa con la idea de fabricar la carrocería en plástico reforzado una vez que se iniciara la producción seriada. Se proyectaba una producción de 100 unidades mensuales. Fuera del motor de dos tiempos, el resto del vehículo era de producción nacional. Como parte del proyecto, se había experimentado exitosamente un motor de producción nacional.

El enorme esfuerzo se vio complicado por un accidente. Britos perdió un ojo mientras trabajaba en la creación del prototipo, situación que le implicó un retraso de seis meses en la terminación de la obra. El constructor procuró formar una fábrica para su auto, pero no alcanzó a materializar su sueño.

El Simplemóvil LC fue obra del ingeniero Luis Camaño. Se trataba de un pequeño vehículo de dos plazas con carrocería abierta construida en chapa. Sobre este pequeño vehículo la revista Lea y Vea decía que "se han hecho series de vehículos que están en circulación con resultados ponderables. Similar a otros 25 construidos. Motor alemán de dos tiempos y dos cilindros. La carrocería se fabrica por el sistema de envolventes y aprovechando las tensiones internas de las chapas. La producción actual es de dos unidades mensuales que en diciembre (1958) se elevarán a 10 proyectándose fabricar cantidades mayores". El ingeniero Camaño había diseñado un motor acoplado a un embrague fluido. Al momento de publicarse el informe se estaba proyectando un consorcio con firmas rosarinas para lograr la producción seriada. Asumimos que nada de eso ocurrió. Otros microautos contemporáneos al Rabs y al Simplemóvil fueron el Joseso de FAMA; el Motoconv Jerry de FAR; el Univer Cruiser de Guazzaroni y Cía. y el Piccolo de TERAM.

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La historia de la Rural FIMTA

En la segunda mitad de la década de 1950, la falta de oferta de vehículos de tipo familiar era parcialmente compensada con astucia y creatividad por algunos carroceros. La Rural FIMTA fue una variante de uso familiar construida a partir del chasis de serie del popular Rastrojero Diesel. La producción se realizaba de manera artesanal en un taller de la localidad bonaerense de San Andrés, propiedad del ingeniero Cavallotti, responsable del proyecto. La compañía FIMTA se dedicaba a la fabricación de máquinas agrícolas y telares. A fines de 1958 ya se habían construido más de 20 unidades y la fábrica no daba abasto para satisfacer la demanda. Por entonces, FIMTA estaba en pleno desarrollo de un pequeño sedán con motor de dos tiempos y carrocería plástica. Siguiendo el ejemplo de FIMTA, otros emprendedores fabricaron rurales de lujo sobre el mismo chasis del Rastrojero Diesel. Bernardo Cristal y Cía. desarrolló el Rolnar, del cual produjo más de 100 unidades, en tanto que Surmotriz, una empresa dirigida por Dante Baudena (padre de Alain) y Jaime Salazar, construyeron en el modelo "La Diligence" en el taller de Azopardo y Cochabamba, en Buenos Aires. La demanda era tan alta que en un solo mes la sociedad vendió 40 unidades.

Durante 1958, el gobierno de Arturo Frondizi abordó la problemática de la industria automotriz con la finalidad de establecer una política definida para fomentar el sector. A través del secretario de Industria y Minería, Alberto V. Tedín, estableció contactos con los empresarios agrupados en CAFA y también con representantes de las empresas que ya estaban operando en el país, como Mercedes-Benz e Industrias Kaiser Argentina (IKA). En una reunión posterior, Tedín y su asesor económico, Rafael Martínez Echenique, recibieron a representantes de Chrysler, Ford y General Motors.

Estas reuniones derivaron en la sanción del Decreto 3693 que estableció, en marzo de 1959, el Régimen de Promoción de la Industria Automotriz. La normativa allanó el camino para la radicación de las grandes automotrices extranjeras que -con mayores recursos económicos y tecnológicos- dejaron en el camino a cualquier alternativa independiente, como la de los integrantes de CAFA. Así, el sueño de una industria automotriz totalmente nacional se desvaneció prematuramente.

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